La Química del Amor
Sé que es una tarea sin demasiado sentido explicar lo evidente, pero al
menos intentaré esta vez la variante de hacerlo no poética, sino científicamente...
Tu voz me excita de una manera impresionante.
Tu presencia física, opera en mí como un motor de secreciones corporales internas, de enzimas y hormonas, de neurotransmisores y endorfinas.
Otro tanto pasa con tu cuerpo al escuchar mi voz.
Éstas son señales inequívocas de que hemos sido hechos el uno para el otro.
Que verdaderamente sos MI MUJER y yo soy TU HOMBRE, más allá de reglamentos, contratos y pautas sociales.
Nuestros cuerpos nos reclaman permanentemente, y nuestras mentes vibran al unísono.
Te escucho y automáticamente siento como un hormigueo en la zona pudenda, una sensación placentera en el bajo vientre, seguramente producida en las vesículas seminales y la próstata, que al conjuro de los sonidos que emites comienza a segregar los fluidos de amor, el líquido seminal, mientras los espermas se enloquecen en su prisión testicular y quieren meterse cuanto antes adentro tuyo, mezclarse con tus jugos en el éxtasis infinito del acto sexual, donde uno se entrega al otro sin límites ni condiciones, y viceversa...
Las catecolaminas segregadas por las glándulas suprarrenales aceleran nuestros ritmos cardíacos.
También contribuyen a la producción del sudor de la piel.
Tus glándulas de Bartholin y Skene comienzan a segregar sus líquidos lubricando tu vagina a la vez que las paredes internas de tu útero se va humedeciendo con pequeños chorros de fluidos endometriales.
Conforme nos hablamos con palabras de amor y pasión mi pija esboza una erección, mientras tus paredes vaginales se van ingurgitando y cubriendo de una secreción transparente y tibia, que va aumentando con la excitación sexual.
Piridina, squalene, ácido acético, ácido láctico, alcoholes, glicoles, cetonas y aldehídos constituyen el néctar de tu flujo vaginal que reclama la presencia de mi boca y de mi lengua para saborearlo, de mi pene para
introducirse lubricado adecuadamente para rozar las turgentes paredes de tu vagina.
Los acidos alifáticos de cadena corta que segregan tus glándulas me dan señales olfatorias inequívocas que aumentan hasta límites insoportables, mi deseo sexual.
Los ácidos propiónico, isobutírico, propanoico y butanoico, actúan como feromonas humanas que me ponen al borde del paroxismo.
Mientras tanto, al conjuro de los besos y las caricias que nos prodigamos, nuestras glándulas apocrinas producen esencias que explican la química entre los cuerpos de un hombre-macho como yo, y una mujer-hembra como vos.
Son olores que nos individualizan y atraen y explican tanta necesidad animal del otro.
Son nuestras marcas naturales de identidad
Son las sustancias que nos inducen a la cópula, a la deseperada necesidad de chuparte y que me chupes, de que te chupe y quieras chuparme, lamerme, tragarme los jugos de tu piel y de tu sexo, y tragarte vos mi semen urgente.
Conforme te beso los pezones que se endurecen, los lambeteo, te chupo los pezones, el chocho, el agujero de la cola, estas glándulas no paran de segregar sus fluidos en esos mismos sitios de tu geografía sensual.
La visión de tu cuerpo desnudo acelera el ritmo y la intensidad de las secreciones.
En ese momento de gloria absoluta, nuestros cuerpos sienten la necesidad de fundirse en uno solo, de estar yo dentro tuyo, vos dentro mío.
Por eso tu boca se engolosina con mi pija, por eso me desespero por metértela en tu vagina hasta el fondo, mientras te golpeo el clítoris con los testículos, por eso sentimos esa felicidad inconmensurable cuando nos hacemos el amor, avalados por la física y la química, y la ciencia del amor más total que puede existir ente un hombre y una mujer...
menos intentaré esta vez la variante de hacerlo no poética, sino científicamente...
Tu voz me excita de una manera impresionante.
Tu presencia física, opera en mí como un motor de secreciones corporales internas, de enzimas y hormonas, de neurotransmisores y endorfinas.
Otro tanto pasa con tu cuerpo al escuchar mi voz.
Éstas son señales inequívocas de que hemos sido hechos el uno para el otro.
Que verdaderamente sos MI MUJER y yo soy TU HOMBRE, más allá de reglamentos, contratos y pautas sociales.
Nuestros cuerpos nos reclaman permanentemente, y nuestras mentes vibran al unísono.
Te escucho y automáticamente siento como un hormigueo en la zona pudenda, una sensación placentera en el bajo vientre, seguramente producida en las vesículas seminales y la próstata, que al conjuro de los sonidos que emites comienza a segregar los fluidos de amor, el líquido seminal, mientras los espermas se enloquecen en su prisión testicular y quieren meterse cuanto antes adentro tuyo, mezclarse con tus jugos en el éxtasis infinito del acto sexual, donde uno se entrega al otro sin límites ni condiciones, y viceversa...
Las catecolaminas segregadas por las glándulas suprarrenales aceleran nuestros ritmos cardíacos.
También contribuyen a la producción del sudor de la piel.
Tus glándulas de Bartholin y Skene comienzan a segregar sus líquidos lubricando tu vagina a la vez que las paredes internas de tu útero se va humedeciendo con pequeños chorros de fluidos endometriales.
Conforme nos hablamos con palabras de amor y pasión mi pija esboza una erección, mientras tus paredes vaginales se van ingurgitando y cubriendo de una secreción transparente y tibia, que va aumentando con la excitación sexual.
Piridina, squalene, ácido acético, ácido láctico, alcoholes, glicoles, cetonas y aldehídos constituyen el néctar de tu flujo vaginal que reclama la presencia de mi boca y de mi lengua para saborearlo, de mi pene para
introducirse lubricado adecuadamente para rozar las turgentes paredes de tu vagina.
Los acidos alifáticos de cadena corta que segregan tus glándulas me dan señales olfatorias inequívocas que aumentan hasta límites insoportables, mi deseo sexual.
Los ácidos propiónico, isobutírico, propanoico y butanoico, actúan como feromonas humanas que me ponen al borde del paroxismo.
Mientras tanto, al conjuro de los besos y las caricias que nos prodigamos, nuestras glándulas apocrinas producen esencias que explican la química entre los cuerpos de un hombre-macho como yo, y una mujer-hembra como vos.
Son olores que nos individualizan y atraen y explican tanta necesidad animal del otro.
Son nuestras marcas naturales de identidad
Son las sustancias que nos inducen a la cópula, a la deseperada necesidad de chuparte y que me chupes, de que te chupe y quieras chuparme, lamerme, tragarme los jugos de tu piel y de tu sexo, y tragarte vos mi semen urgente.
Conforme te beso los pezones que se endurecen, los lambeteo, te chupo los pezones, el chocho, el agujero de la cola, estas glándulas no paran de segregar sus fluidos en esos mismos sitios de tu geografía sensual.
La visión de tu cuerpo desnudo acelera el ritmo y la intensidad de las secreciones.
En ese momento de gloria absoluta, nuestros cuerpos sienten la necesidad de fundirse en uno solo, de estar yo dentro tuyo, vos dentro mío.
Por eso tu boca se engolosina con mi pija, por eso me desespero por metértela en tu vagina hasta el fondo, mientras te golpeo el clítoris con los testículos, por eso sentimos esa felicidad inconmensurable cuando nos hacemos el amor, avalados por la física y la química, y la ciencia del amor más total que puede existir ente un hombre y una mujer...
2 comentarios
Leit -
No es una descripcoión romántica, sino científica de lo que pasa en el cuerpo del hombre y la mujer en torno a las relaciones sexuales.
Leit.
Victoria -